domingo, 20 de abril de 2014

Queridos niños, queridos abuelos

Al parecer uno nunca va a tener razón. Se es joven o se es anciano y todos te ignoran. Los que se encuentran en el punto medio regularmente son los que la cagan a causa de sentirse infalibles y aun para sus más evidentes cagazones siempre encuentran pretextos para justificarlas.


Y eso, señores, lo vengo pensando hace muchísimo tiempo. A decir verdad se remonta hasta las épocas de mi primera infancia (sí, ya sé que soy un mamón) cuando tuve conciencia de que para el adulto promedio el escuchar al prójimo y más aun el darle la importancia y la retroalimentación que necesita no es del todo elemental, ¡vaya! le vale madre. Y el punto básico de esta mini teoría formulada en mi niñez se puede apreciar con un poco o un mucho más de énfasis al observar el comportamiento del mismo adulto al relacionarse con los pequeños y los viejos.

Como ya lo dije, al cavernícola actual la vida le sucede y le sucede rápido. Él, (vos, tú, yo, nosotros, ustedes, vosotros y ellos) siempre huyendo, chillando, aferrándose a la materia que consigue a base de partirse el lomo a diario durante las ocho horas de rigor, pretende saberlo todo, cree que a su edad la vida ya está dispuesta para hacerle los mandados. Es un iluso, pues.

No tiene tiempo de compartir, de escuchar ni de aprender, pues como se cree sabio no deja que nadie le opaque su efímera grandeza (está jodido).

Bien, el niño en cambio siempre anda investigando, quiere aprender, el se da perfecta cuenta de que no sabe nada y a la vez lo sabe todo. El pequeño siempre está en busca de algo, se cuestiona el porqué de la lluvia, de la estrella, del trueno. El niño no necesita el dinero, si pudiera eliminaría toda regla impuesta por los "mayores" por considerarla innecesaria y pretenciosa en extremo. Estos huercos tienen tanto que enseñarle al hombre pero el hombre adulto no se da el espacio de detenerse a escucharlo y aprender de ellos. ¡Bah, esos no son ya humanos si no latas con pies!

En cuanto a los ancianos, son la versión mejorada del adulto pues a su edad han caído en la conclusión de que estuvieron viviendo del modo equivocado y es por eso que muchas veces se entienden mucho mejor con los niños, no por nada siempre se les ha de comparar con ellos. El viejo sueña con volver a vivir la vida ahora que ya la conoce y le encuentra el truco. Mas aunque añora su juventud también comprende que no volverá.

Para los adultos el escuchar a un anciano es causa de molestia, casi siempre se le ha de tachar de viejo loco, dicen algunos: "ay, abuelo, usted que va a saber de esto".

Es triste ver que ellos que un día fueron la base de toda una familia sean tratados de objetos o el adorno para la foto y se les excluya de la verdadera convivencia social y familiar.

Por esto muchas veces he pensado que no quiero llegar a viejo... creo que aun cuando niño lo pensé. Maldito hombre y bendito, tan horrible y tan hermosa es tu naturaleza.

Dedicado a:

             Q.C.C.
             C.J.R.

Ambos se han ido y de ellos he aprendido varias grandes lecciones.
Gracias, tío y gracias, amiguita por haber compartido su vida conmigo.

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